Pereira construyó su aeropuerto y complejo deportivo
El impulso colectivo produjo obras como el Aeropuerto Internacional Matecaña y la Villa Olímpica. Esta es su historia.
En la capital risaraldense abundan las anécdotas sobre las gestas sociales motivadas por el rechazo al centralismo, el abandono y el olvido estatal. A comienzos del siglo XX, las proezas también tuvieron su génesis en el sinsabor colectivo de los pereiranos porque los recursos y las decisiones se tomaban en Manizales (Caldas). Aún no habían nacido los departamentos de Risaralda y Quindío. Las bondades de la economía cafetera, el trabajo campesino y los impuestos de los ciudadanos de la Perla del Otún tenían como destino otras arcas, lo que disgustó y empoderó a su gente.
En Pereira nació la acción comunal en Colombia. Aquí se habla de “la cultura de la empanada”, bazares, encuentros de vecinos, y un sinfín de actividades que han hecho posible construir parroquias, salones comunitarios, parques, obras en los barrios, campañas de salud, atención a menores y vivienda. Es una práctica recurrente.
El Aeropuerto Internacional Matecaña y el complejo deportivo la Villa Olímpica evocan los ‘convites’ en los que cada persona llevaba un aporte en especie por una causa colectiva.
El ‘pájaro metálico‘
Aunque el Aeropuerto Matecaña comenzó a operar el 7 de agosto de 1947, su historia bien puede empezar en 1921, cuando en la pequeña aldea que era Pereira miles de personas salieron entusiasmadas a conocer un aeroplano. Se trataba del ‘pájaro metálico’ Junkers, denominado así por su fabricante, Hugo Junkers. Verlo les costaba 30 centavos a los adultos y 20 a los niños. Entonces despertó en ellos el anhelo ciudadano de contar con un aeropuerto.
Para hacer el sueño realidad se necesitaron varias décadas de acciones memorables lideradas por Benjamín Ángel Maya y Jorge Roa Martínez. A ellos los acompañaron muchos ciudadanos organizados por medio de entidades como la Sociedad de Mejoras de Pereira y el Club Rotario.
El acuerdo 34 de agosto 18 de 1944 resolvió construir un campo de aterrizaje de 1.800 metros de longitud y dispuso adquirir un terreno de 40.00 metros cuadrados. El municipio de Pereira y Avianca firmaron un contrato para la construcción de la terminal aérea. Para conseguirlo la ciudad necesitaba invertir 200.000 pesos, y Avianca los prestó. La deuda quedó pagada el 4 de junio de 1951.
El convite del 26 de junio de 1945 fue, según los historiadores, un “hormiguero desbordado”; se estima que más de 20.000 personas trabajaban unidas en función del aeropuerto. A lo largo de la vía, una cadena humana agilizaba el traslado de materiales, entre tanto, desde la quebrada Consota numerosos camiones transportaban piedra y otros insumos. En el trayecto las mujeres acondicionaron más de 25 lugares para ofrecer almuerzos y refrescos a los voluntarios. Estos hechos concluyeron en la entrega del Matecaña en 1947 y años más tarde en su ascenso a Aeropuerto Internacional Matecaña en 1976.
Cuatro décadas después, la ciudad demanda una nueva infraestructura. Por eso está en proceso de remodelación y, la Operadora Portuaria Aeromatecaña (OPAM), mediante concesión, mejorará las operaciones aéreas y los servicios. La inversión inicial será de 120.000 millones de pesos en los próximos tres años, para un total de 286.000 millones de pesos.
Unidos por la Villa
«Villa Olímpica haremos en Pereira, moviendo tierra tal como ayer, cuando celebre nuestro pueblo el centenario, un gran estadio ha de tener». Así rezaba el estribillo que miles de pereiranos entonaban recurriendo a un verso del poeta de la tierra, el maestro Luis Carlos González.
En el convite de la Villa Olímpica, el 20 de julio de 1962, participaron más de 50.000 personas. Un desfile permanente de todas las clases sociales se trasladó al lugar a hacer banqueos a pico y pala, a sacar piedra del río Consota. Una cadena de hombres y mujeres pasaban de mano en mano material para la causa. Hechos como este llamaron la atención de los gobiernos nacional y de Caldas, que autorizaron aportes.
La proximidad del centenario de fundación de Pereira (1863-1963) y el anhelo de ser la sede de los IX Juegos Nacionales en 1964 originaron la causa, para lo cual el municipio adquirió la hacienda La Albania, 27 hectáreas sembradas en caña. Una vez conocido el intento fallido de realizar las justas se procedió a través de la Corporación Deportiva a adquirir los terrenos para la Villa Olímpica, los cuales costaron 930.000 pesos.
Referencias bibliográficas: El discurso del civismo en Pereira o la ‘sacralidad’ de lo público durante el siglo XX, John Jaime Correa Ramírez. La Gesta Cívica de Pereira, SMP Hugo Ángel Jaramillo, Historia de Pereira, Tomos I y II, Hugo Ángel Jaramillo. Historia Villa Olímpica de Pereira, Polanco Ripoll Francisco, Editorial Papiro, noviembre 2002.
Fuente: semana